Cuarentena
Punta Culebra en
tiempos de COVID-19
Ciudad de Panamá
Mientras nos quedamos en casa esperando a que pase la pandemia, los animales del Centro Natural esperan pacientemente al día en que los volvamos a visitar
Mientras todos estamos en casa durante la cuarentena para no contagiarnos del COVID-19, las ranas, tortugas, corales y estrellas de mar del Centro Natural Punta Culebra del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) esperan pacientemente a que las cosas se normalicen para volver a recibir la visita de pequeños y grandes. Y mientras lo hacen, deben continuar alimentándose y tener un entorno propicio para sobrevivir.
Estas labores las siguen realizando el administrador de sitio de Punta Culebra, Javier Jara y el acuarista Renier Vargas. Ellos forman parte del personal esencial de STRI que sigue laborando en horarios reducidos. Como ellos, están los guardabosques que protegen el Monumento Natural Barro Colorado y los encargados de cuidar los mariposarios, las ranas del programa de conservación y las plantas en los invernaderos de Gamboa. Este apoyo permite salvaguardar cualquier estudio activo que haya quedado en pausa durante la pandemia.
Enfocado en los terrarios de ranas, Javier ha elaborado un sistema automatizado que libera insectos vivos en determinadas horas.
En los días que le toca cambiar el agua en estanques y acuarios, Renier Vargas debe asegurarse de coincidir con la marea alta.
En el caso de Javier y Renier, su misión se ha limitado a ocuparse de los animales que habitan en el Centro y cualquier labor de mantenimiento necesaria. Y aunque ambos llevan décadas trabajando para el Smithsonian, estar solos con los animales se siente extraño. Sin los compañeros de trabajo o las visitas frecuentes de grupos escolares o turistas, cualquier pequeño ruido inesperado los hace brincar.
“Hay animales afuera saltando, tumbando cosas. También hay una docena de gallinazos que han hecho de Culebra su casa y hacen bulla. Ya más o menos me estoy acostumbrando y puedo hacer mi trabajo”, admite Javier, que al inicio se sorprendía con cualquier sonido inesperado.
Para Renier, trabajar durante la pandemia significa estar pendiente de los ciclos de la marea. Debe asegurarse de coincidir con la marea alta en los días que le toca cambiar el agua en los estanques o acuarios.
“Antes estaba aquí todo el día y coincidía con la marea alta. Ahora tengo que coordinar para llegar más temprano o más tarde para recoger el agua”, dice.
Javier, por su lado, se enfoca en los terrarios de la exhibición de ranas. Dado que algunas son nocturnas y se alimentan de noche cuando no hay nadie en el Centro, ha elaborado un sistema automatizado que libera insectos vivos en determinadas horas. Y es que las ranas son depredadoras; es decir, solo se alimentan de insectos en movimiento.
“Tenemos que cuidar tanto a las ranas como a los insectos que se comen”, explica Javier. “Si les damos insectos muertos no se los van a comer”.
Y mientras se ponen creativos en sus labores para que los animales se mantengan sanos hasta que termine la pandemia, tanto Javier como Renier, que han visto crecer Punta Culebra a través de los años, esperan pacientemente al día en que el Centro pueda reanudar su misión de educar a las nuevas generaciones acerca de la importancia de la ciencia y la naturaleza.