Mensaje de advertencia

The subscription service is currently unavailable. Please try again later.

Usted está aquí

Formas de
conocimiento

Valorando la sabiduría de las comunidades indígenas para la conservación marina

Abril 12, 2024

Leila Nilipour
Panamá

Trabajando estrechamente con miembros de la comunidad y valorando los conocimientos indígenas en la región, un proyecto de NatGeo dirigido por una científica del Smithsonian revela la importancia de adoptar enfoques inclusivos para salvaguardar la cultura y los ecosistemas marinos más críticos para las futuras generaciones.

Hay un frente frío en el archipiélago de Bocas del Toro cuando llegamos a mediados de febrero. Aunque es pleno verano en el Caribe panameño, nos recibe un cielo nublado con llovizna y el mar agitado. Con nuestros impermeables y los chalecos salvavidas puestos, salimos del muelle del Smithsonian en la estación de investigación de Bocas del Toro en dirección a isla Popa, para reunirnos con las comunidades indígenas ngäbe que viven allí. Esta visita forma parte del proyecto de NatGeo “Las múltiples caras de la conservación: Impactos y significado del Parque Nacional Marino Isla Bastimentos sobre los ngäbe en Panamá”, dirigido por Ana Spalding, directora de la Iniciativa Adrienne Arsht de Soluciones de Resiliencia Basadas en la Comunidad y científica del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

En 1988, cuando se creó el Parque Nacional Marino Isla Bastimentos en Bocas del Toro, no se consultó a los indígenas isleños que vivían en su zona de amortiguamiento. Como científica social ambiental, Spalding está interesada en escuchar su versión de la historia, teniendo en cuenta que el gobierno de Panamá ha evaluado recientemente la posibilidad de ampliar el parque. Los conocimientos ecológicos de los ngäbe -el grupo indígena más numeroso de Panamá- son indispensables para informar las futuras decisiones políticas que puedan afectar directamente su forma de vivir e interactuar con su entorno.

Su objetivo es entender la relación de la comunidad con los recursos naturales del archipiélago de Bocas del Toro, si la creación del Parque Nacional en los años ochenta tuvo algún impacto positivo o negativo en sus medios de vida y cómo se sienten ante una posible ampliación. También busca obtener sus puntos de vista sobre las mejores formas de proteger sus recursos marinos.

“Dentro de las estrategias de conservación existentes, hay muy poca información sobre los conocimientos y usos locales, en particular los usos indígenas locales”, dijo Spalding. “No se puede hacer conservación de espaldas a la gente”.

Para llevar a cabo este trabajo, Spalding creó un equipo junto a dos colegas vinculados desde hace tiempo a la región y su gente: Felipe Baker, biólogo ngäbe de Kusapin— una comunidad costera de tierra firme en Bocas del Toro— y Cinda Scott, bióloga marina y directora de la Escuela de Estudios de Campo de Bocas del Toro. Cuando llegamos a isla Popa, los miembros de la comunidad se reunieron en una casa tradicional cerca del muelle para recibirnos. La mayoría eran pescadores o amas de casa. Eran las 10:20 de la mañana, un poco más tarde de lo previsto por las inusuales condiciones ambientales. Nos recibieron con café recién hecho y johnny cakes— un pan tradicional de Bocas del Toro a base de coco.

Cinda y Felipe dirigieron la discusión, alternando entre español y, en ocasiones, ngäbere, mientras Ana tomaba notas detalladas, asegurándose de agrupar el punto de vista de cada participante según su rol dentro de la comunidad, ya fuesen amas de casa, artesanos, pescadores, operadores turísticos u otros. Primero dejaron en claro que la reunión no tenía motivaciones políticas, un detalle relevante considerando que se llevó a cabo en pleno periodo electoral.

Expresaron su preocupación por la disparidad de expectativas respecto a la conservación de los manglares en todo el archipiélago. Aunque a ellos se les prohíbe talar el mangle, del que dependen para cocinar, observan un marcado contraste en el trato que reciben con respecto a los extranjeros, quienes adquieren tierras en Bocas del Toro y talan los manglares de sus propiedades con aparente impunidad. También expresaron su preocupación por el evidente deterioro de la biodiversidad, mencionando la extinción de especies antes comunes en los manglares, como la sardina, y la reducción en el tamaño de especies aprovechadas históricamente, como la langosta.

Finalmente, compartieron su sensación de impotencia al intentar proteger sus recursos, atribuyéndola a la percepción de no contar con la autoridad suficiente para evitar la sobreexplotación por parte de otros.

“Podríamos llamarles la atención mil veces, pero su respuesta siempre será que el océano es de todos”, afirmó uno de ellos. “Podríamos estar protegiendo nuestros recursos, pero luego viene otro a destruir lo que estamos protegiendo”.

En los días siguientes visitamos otras tres comunidades isleñas —Bahía Honda, Salt Creek e Isla Tigre— para reunirnos con sus residentes. Compartían una preocupación en común: la explotación de los recursos naturales por parte de foráneos; recursos de los que dependen para su subsistencia o para actividades económicas como el turismo. Estos recursos incluyen manglares, arrecifes de coral, delfines, especies marinas en peligro de extinción e incluso sus fuentes de proteínas marinas.

“Hay leyes muy buenas, pero no se cumplen”, dijo un residente de Bahía Honda. “Somos testigos de ello cuando vemos que construyen una casa sobre los arrecifes”. 
En las cuatro comunidades observamos un patrón recurrente: los hombres de mediana edad y los ancianos mostraban más disposición a expresar sus opiniones, mientras que las mujeres y los miembros más jóvenes escuchaban atentamente, salvo en Isla Tigre, donde predominaban las mujeres. Después de cada sesión grupal, Felipe Baker llevaba a cabo entrevistas individuales con algunos miembros de cada comunidad para obtener información que quizás no compartirían en un entorno colectivo.

“Soy un profesional ngäbe, así que soy un instrumento para entender un poco más esos pensamientos, esos conocimientos, esas ideas”, dijo Baker. “Las comunidades indígenas tienen conocimientos que compartir con la comunidad internacional, con la gente que quiere conservar, porque sólo así podremos hablar de equidad en la conservación”.

Como muestra de agradecimiento a cada comunidad, llevamos ingredientes para preparar un almuerzo comunitario con el que concluimos nuestro día juntos. El menú típicamente incluía pollo, arroz, plátanos y ensalada de repollo. Reflexioné sobre esto en mi cuaderno: ¿Compartirías un café o una comida con alguien en quien no confías? Quizás esto sea el resultado lógico de las iniciativas ambientales centradas en las personas.

“Las comunidades locales que residen alrededor de las áreas protegidas poseen un conocimiento invaluable sobre sus valores, sus deseos de preservación y cómo beneficiar a sus propias comunidades”, afirmó Cinda Scott. “Como actores externos, es crucial que nos tomemos el tiempo para observar y comprender la realidad sobre el terreno. La forma más eficaz de adquirir este conocimiento es colaborar con quienes habitan estas zonas, escuchar su voz e incorporar su sabiduría a los esfuerzos de conservación”.

Para Spalding, es una cuestión de respeto, de establecer relaciones y de reconocer las distintas perspectivas para comprender y apreciar el medio ambiente.

“Si sólo hay una voz que hable de conservación, estamos privilegiando esa voz”, dijo Spalding. “La idea es tener múltiples voces e idealmente encontrar una solución a los grandes problemas medioambientales que estamos viviendo”.

En la comunidad de Bahía Honda, una de las islas que visitamos en el marco del proyecto, Rutilio Milton y su familia dirigen Timorogo, una de las primeras iniciativas de turismo comunitario sostenible de Bocas del Toro.
Crédito: Ana Endara, STRI

En última instancia, el proyecto “Las múltiples caras de la conservación” tiene como objetivo primordial promover la equidad en los diálogos sobre conservación. Después de la elaboración de un informe, Spalding y su equipo compartirán esta valiosa información con las comunidades involucradas, garantizando su acceso y permitiendo que se beneficien de las ideas recopiladas para su autodeterminación o para mejorar su bienestar.

Nuestro último día en Bocas del Toro nos recibió con sol y un hermoso cielo azul. Al emprender nuestro último viaje en barco desde la comunidad de Isla Tigre de vuelta a la estación de investigación del Smithsonian, los manglares que salpicaban el paisaje del archipiélago durante todo el trayecto nos recordaron el papel crucial que desempeñan en la identidad de todos los que se identifican como bocatoreños.

No hay Bocas sin manglares, escuché a menudo durante nuestra semana en el archipiélago. Para los lugareños, la mera idea de perder estos ecosistemas vitales es inconcebible. 

“Es el hábitat donde los humanos y el océano se encuentran”, dijo Scott.

Si tan solo pudiésemos percibirlos a través del lente de aquellos —humanos o animales— que han sido protegidos o han florecidos entre sus raíces y ramas, abrazando las formas indígenas de conocimiento, comprenderíamos la responsabilidad compartida de preservarlos para el beneficio y bienestar de las generaciones futuras.

Back to Top